Tomar conciencia, es ser honesto con uno mismo, y así, reconocer las emociones y los conflictos propios. Es como hacerse un selfie sin filtros ni postureos.
Cuando nos vemos en el espejo o la pantalla de móvil a nosotros mismos tal cual somos, con luces y sombras, con cualidades y defectos, de una manera directa, correcta y honesta, se destruye de esta manera todo rastro de hipocresía. Este camino conduce a las personas al desarrollo de su propia consciencia y les facilita la satisfacción en sus vidas. Por el contrario, la hipocresía nos lleva al autoengaño y a la frustración de nuestras metas en la vida, así como también lleva a las personas a permanecer en la ignorancia de sí mismos y de como es el mundo en realidad, ya que negando las propias emociones se niega la verdad de lo que uno es y el lugar que ocupa en el mundo.
Según el budismo existen tres “venenos”, la avaricia, la ira y la ignorancia. En el contexto budista ser ignorante no significa ser analfabeto o tener bajo nivel socio-cultural, sino que ser ignorante es el principal obstáculo para el desarrollo de la conciencia ya que la ignorancia desata la avaricia y la ira, que nos llevan a tomar malas decisiones no sólo para los demás, sino también para nosotros mismos.
Cuando permanecemos en la ignorancia no podemos ver el potencial que tenemos dentro nuestro, ni ver el de los demás, es como el “Matrix” de las hermanas Wachowski, una ilusión en la que vemos aquello que otros quieren que veamos, nuestro mundo orbitará alrededor de una idea de felicidad impuesta y aceptada basada el el cumplimiento de nuestros caprichos.
Permanecer en la ignorancia, pues, nos condena a vivir en una mentira, que hoy en día es generalizada, la posverdad, una distorsión deliberada de la realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales. En este entorno los hechos objetivos tienen menos influencia que las emociones a las cuales apelan los manipuladores.
Ahora la verdad es una mentira maquillada que modifica la realidad a conveniencia, fotos en las redes sociales que no corresponden con la realidad, historias pasadas que nunca sucedieron pero que crean una realidad para quienes las escuchan. El razonamiento final de esta situación es que en nuestra sociedad, aún más que antes, solo las apariencias importan, no la realidad.
Pero creer que ha sido esta influencia de unos pocos la que nos conducido a vivir en esta mentira social generalizada, sería darle demasiado poder a esos pocos y restarle mucho valor a la capacidad del ser humano. No todo tienen que ver con lo social. Quizá la razón más importante por la cual sucumbimos a esta mentira social generalizada, es que ignoramos quienes somos en realidad, no somos plenamente conscientes de nosotros mismos.
Tomar conciencia de uno mismo, en ocasiones resulta doloroso, entrar en contacto con esa verdad incómoda nuestra resulta tedioso. Una parte de ese dolor interno quedó oculto en nuestro inconsciente por inmadurez, los niños pequeños no tienen las mismas estrategias y capacidades que los adultos para hacer frente a las exigencias de la vida, para manejar algunas situaciones que resultan altamente angustiosas, y la mente con un propósito de supervivencia las resguarda en el inconsciente. Desde bien pequeños hemos sido educados en vivir de espaldas a nosotros mismos, a desarrollar un intelecto que produzca hacia afuera y a mirar poco hacia adentro.
La solución es sencilla, que no fácil, deja de ir hacia afuera. ¡Para! Hazte un selfie sin retoques busca un espejo en el que poder ver quien eres en realidad. Te preguntarás donde está ese espejo… Pues está escondido entre las páginas de algún libro (esa cosa de papel con muchas letras y sin fotos); está entre las palabras de algún maestro en clase de matemáticas; tras los silencios incómodos de tu espacio terapéutico; entre las risas, llantos y gritos de algún curso de crecimiento personal; en el tiempo dilatado de un retiro; entre el polvo de algún camino, la soledad de una montaña o la oscuridad de una cueva. Está en todos los lados. Sólo, para, deja de distraerte y ponte a mirar, quizá te encuentres con alguien que siempre ha vivido contigo, y que nunca has querido tratar. Mírate, y verás a los demás… Mírate y dejarás de ver en la posverdad que quieren imponerte, y tus ojos ya soló verán a personas que hacen lo mejor que saben y pueden.
Carlos Romero Martínez
Psicólogo.
Co-Director de Nou Espiral – Teràpia i creixement personal S.L.