EL PRIMER PASO NO TE LLEVA A DÓNDE QUIERES IR, PERO TE SACA DE DONDE ESTÁS.

Ahora, para mantenernos en ese “viaje” se requiere de mucho esfuerzo y constancia. Como apuntaba el filósofo Lao-Tse, constituye el principio de un largo camino por recorrer.

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Después de funcionar durante  un largo tiempo inmersos en una situación que nos hace sufrir y afecta a nuestro equilibrio emocional, como estamos pobremente equipados para actuar de manera que no podemos adaptarnos a esa situación o persona que nos hace tan infelices, nuestro dilema consiste en hallar un camino entre las fuerzas que se oponen.

El ahora no tiene nada que ver con el ayer, cerrar puertas se convierte en imprescindible cuando el presente no avanza. Proyectar hacia el futuro no es sencillo, aunque sí es imprescindible para conseguir que nuestros deseos se cumplan, y para eso tenemos que dar un PASO HACIA ADELANTE, ese paso nos permitirá salir de una situación que nos está causando daño y es fuente de insatisfacción.

A lo largo de nuestra vida, nos planteamos el logro de diferentes metas y objetivos: dejar de fumar, realizar una práctica regular de ejercicio, establecer relaciones interpersonales más satisfactorias, tener una relación de pareja y/o familiar más armónica…, algunos de ellos nos resultan relativamente sencillos de conseguir y otros suponen implicarnos en un intenso trabajo para poder alcanzarlos. Pero existe un truco para eso. El truco es empezar. Da el primer paso. Vamos a tener que generar un primer paso animando a que las personas imaginen qué sería diferente. Para establecer un buen destino es más importante conocer lo que la persona desea que ocurra antes que lo que desea que no siga ocurriendo. La  tarea del terapeuta será ayudar a la persona a que pueda establecer que diferencias haría esto, qué diferencias haría dar el primer paso, dar el primer movimiento.

El cambio es nuestro gran aliado para vivir experiencias nuevas, superar miedos, hacer cosas distintas y darle un nuevo giro a nuestra vida. El primer movimiento no asegura nada más que, que uno se está haciendo cargo de hacer algo distinto y eso ya marca una posibilidad interesante.

Estas metas que nos proponemos son nuestro destino y el proceso a seguir para lograrlas nuestro viaje. El objetivo no es el destino, el objetivo no es el viaje, el objetivo es cada una de las acciones, cada uno de los pasos que desarrollamos para llegar a nuestro destino.

Des del punto de vista terapéutico el viaje es un intento por expresar metafóricamente “muévete y el camino, aparecerá”, es una metáfora frecuente para este tipo de cosas. Como si de planificar un viaje se tratase, podemos enfocar la consecución de nuestras metas. En primer lugar, es necesario definir con el mayor detalle y concreción posible nuestro destino (¿adónde quiero ir? ¿qué quiero conseguir exactamente?), no es lo mismo decir “quiero viajar a Italia” que “quiero ir a Florencia” y después de ver la Catedral y la Cripta, ir a visitar “El David” de Miguel Ángel en la Galería de la Academia. En este último caso, planificar el viaje para llegar a mi destino resulta más sencillo, no voy a Italia en abstracto sino a un sitio concreto y definido, por lo que me es más fácil identificar los pasos a seguir para llegar hasta allí – comprar el billete en una agencia de viajes, comparar precios de hoteles en diferentes webs, conseguir la información necesaria para visitar la ciudad, etc.- por muchos que fueran esos pasos.

Conocemos como “siguientes pasos” las acciones que deberán desarrollar las personas para acercarse al destino y construir el futuro deseado poniendo en acción sus recursos, competencias y habilidades para lograr algo concreto. Los pasos pequeños diseñan pequeñas acciones que hacen una diferencia. Pequeñas acciones que pueden permitir a las personas acerarse hacia el futuro deseado. A veces las personas pueden definir varios primeros pasos y nuestra tarea lógica será en ayudarles cuál será el primer paso que habrá que dar, cuál será el menos complicado, el más sencillo y el que menos trabajo cueste.

Hay que ser muy cuidadoso en el diseño de estos pequeños pasos, hay que asegurarnos de que verdaderamente significan pequeños pasos y que verdaderamente la persona necesita hacer. Preguntarse cuál es el primer paso que sí se puede dar, también ayuda a poner las cartas sobre la mesa, a pensar en nuevas posibilidades, a catalizar los recursos con los que se cuenta, a reconocer la intención clara de cambio. No cabe duda que en la terapia trabajamos básicamente con construcciones de nuestros clientes. Si das ese primer paso ahora te encontraras más cerca de tu objetivo, de tus sueños que hace un año, que hace un minuto.
Dar el primer paso, es estar cambiando.

¡Dadlo!

Sandra Lorente Muñoz
Educadora Social i Terapeuta Familiar i de Parella

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